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Un 2022 clave para transición climática, agua y recursos naturales

El año que viene va a ser clave para avanzar la anticipada transición ecológica, aunque aún hay importantes dudas sobre las prioridades y desacuerdos de fondo entre países que podrían seguir retrasando la descarbonización de la economía global.

Durante el año 2021, tanto las instituciones internacionales como los países en su acción interna han dejado sentadas las bases para avanzar de una forma más rápida en 2022 en cuanto a objetivos climáticos, adaptación de los esquemas productivos a la transición ecológica y un mayor papel de los sumideros de carbono a la hora de diseñar las políticas públicas y el reconocimiento de su labor. Es evidente que el ritmo podría ser mayor, pero las circunstancias derivadas de la pandemia, la coyuntura inflacionista y las disensiones profundas a la hora de diseñar las energías y sectores que tienen que vehicular la ‘transición’, hacen que los acontecimientos no se aceleren más.

La última COP celebrada en Glasgow ha puesto varios temas encima de la mesa para urgente resolución, pero más importante aún están siendo los movimientos en Europa, Estados Unidos e incluso China para incrementar la ambición climática, si bien con más realismo con respecto a la competitividad, productividad y recursos financieros en las actuales economías. Especialmente, la Unión Europea sigue siendo quien va por delante en esta materia, con varios pasos como la presentación de la segunda parte del paquete ‘Fit for 55’ para cualificar las exigencias a otros sectores todavía fuera del mecanismo de derechos de emisión (transporte, edificación y agricultura), pero con un asunto que acaba de ser paralizado de nuevo que es la taxonomía.

En este sentido, cuanto antes se resuelva la disputa de fondo en los países europeos (el bloque que lidera Francia frente al que encabeza Alemania) sobre qué se considera ‘verde’ y qué no (y, por tanto, qué es susceptible de recibir financiación privada y pública), antes se desbloqueará el grueso de la financiación necesaria para reconvertir sectores y se dará la seguridad jurídica pertinente. Más aún en el caso de los países emergentes y en desarrollo, los cuales están en una posición de fuerte exigencia hacia los desarrollados a la hora de transferir tanto fondos como tecnología.

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