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La necesidad histórica de Canarias

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Cuando las aguas manantes o las pluviales no cubrían la demanda de los cultivos o de la población, había que buscarlas en el subsuelo o se debían realizar imponentes obras de retención para el aprovechamiento, también, de las aguas de lluvia. Eran otros tiempos pero, para ello, en función del terreno o del tipo de acuífero que se quería encontrar, se emplearon tres estrategias básicas en Canarias que con el traspaso de transferencias se ejecutaron con fondos estatales: minas (aguas subálveas), pozos (aguas subterráneas) y galerías (acuíferos de las montañas); aunque en un mismo tipo de obra, a veces, se combinaron dos estrategias, por ejemplo la de hacer una galería en un pozo.

Las minas de agua, por ejemplo, en Gran Canaria se generalizó, a partir de principios del siglo XVI y sobre todo después del siglo XVIII, la construcción de minas para captar, por efecto de la gravedad, las aguas subálveas de los barrancos, que son unas zanjas recubiertas de obra de fábrica a modo de túneles que seccionaban los cauces.

Otra construcción fueron las galerías, que son similares a las minas. La diferencia está en que las galerías son túneles excavados en la roca, con técnica minera, para buscar las aguas de los acuíferos colgados. Suelen medir de 1 a 2 metros de ancho por 2 de alto, con techo abovedado y alcanzan profundidades de 100 a 3.000 metros, con una ligera inclinación para conseguir que el agua filtrada salga por gravedad; aunque hay algunos casos con un trazado en rampa descendente en busca de las bolsas de agua y necesitan medios mecánicos para extraerla.

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