Canarias: campo y campesinos (y III)

Autor: WLADIMIRO RODRÍGUEZ BRITO

Hemos de insistir en que la crisis de nuestros tiempos no solo es la económica, del PIB, o la del campo, es sobre todo cultural. El esfuerzo y la penuria de los campesinos la superan en muchas ocasiones nuestros jóvenes: los surferos ante montañas de mar, los maratones en nuestras montañas trasvulcánicas, el parapente, el barranquismo. Esfuerzo y riesgo sin contrapartidas económicas, moda, prestigio social, etc.

La alergia al sacho, la devaluación de lo rural, las modas urbanas, la calidad de vida en los pueblos, la lectura de ayer, la devaluación del pasado, la ruptura con nuestra historia, con nuestras raíces. La hija no entiende a su padre cuando le cuenta la vida de su abuelo, ya que vive en las modas y los modos urbanitas de la sociedad actual.

Los datos del paro son un claro ejemplo de la devaluación del agro, en proporciones preocupantes, ya que existe una carencia de capital humano que gestione el suelo y el agua, unos recursos que son escasos en Canarias. ¿El sacho como pasado y el gimnasio como futuro? Veamos: de los 200.000 parados de Canarias, aspiran a trabajar en la tierra, según las encuestas, unos 5.000, es decir, el 2,5%, el resto aspira a actividades principalmente en los servicios, trabajos que en muchos casos no están mejor pagados que en la agricultura.

Recursos, sueños e ilusiones. El campo canario, como la agricultura en todo el planeta, es una actividad cargada de esfuerzo, pero también de sueños e ilusiones. Pasar de cazadores/recolectores a agricultores/ganaderos ha sido uno de los saltos más grandes que ha dado la humanidad. Aquí y ahora, hemos devaluado el campo y, en consecuencia, a los campesinos, creando un espejismo de derechos sociales que nos pasarán factura.

Hay numerosos pueblos en los que el número de parados supera al de agricultores, al tiempo que se encuentran tierras fértiles en completo abandono, con numerosos jóvenes esperando por unos contratos de pan para hoy y hambre para mañana.

 

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