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Bosques y agua en La Gomera, una fascinante y proverbial alianza

Gomera Verde

Los días 21 y 22 de marzo se celebran respectivamente el Día Internacional de los bosques y el Día Mundial del agua. Presumimos que esta proximidad en el calendario es intencionada, como reconocimiento de la estrecha relación entre el bosque y el agua. Esta relación es especialmente evidente en la Gomera, donde la mayor parte del agua dulce fluye de los bosques.

Un artículo de Ángel B. Fernández López

El agua es fundamental para la vida, para nosotros, los humanos y para todos los seres vivos que aquí viven y comparten con nosotros el Planeta Tierra. El agua dulce es un recurso escaso en Canarias y también en La Gomera. En nuestra isla la mayor parte del agua procede, insistimos, de sus bosques, principalmente de sus bosques de laurisilva, buena parte de ellos incluidos en el Parque Nacional de Garajonay. Esta realidad, reconocida desde siempre por los gomeros, obedece a la suma de varios factores como son el clima reinante en estos bosques, la acción captadora y reguladora del propio bosque, la configuración geológica de la meseta central de la Isla, que hace posible el almacenamiento interior del agua y, en cierta medida el relieve de dicha meseta donde el bosque se asienta. Para que el agua sea posible en La Gomera, todos estos factores se alían con la propia conservación del bosque de una forma proverbial y fascinante. En lo que sigue vamos a tratar de explicar cómo funciona esta extraordinaria alianza.  

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En primer lugar, tenemos el clima húmedo propio de estos bosques que contrasta extraordinariamente con la aridez predominante en la costa y medianías bajas de la Isla. Efectivamente, los bosques de laurisilva se asientan en las cumbres insulares donde las precipitaciones son más elevadas, variando según los lugares entre 500 y 900 litros por metro cuadrado en un año mientras que en la costa sur apenas llega a los 150 litros. Unas condiciones extraordinariamente contrastadas que explican la existencia de la selva húmeda y el subdesierto apenas separados por unos pocos kilómetros. Pero no todo se explica por las cantidades totales de lluvia. En las cumbres, por encima de los 800-1000 m de altitud, además de llover más que en el resto de la Isla,   las lluvias también están mejor repartidas a lo largo del año.  Así, aunque en la laurisilva las lluvias se concentran en su mayor parte entre los meses de octubre y abril, su régimen pluviométrico se complementa con lluvias suaves pero relativamente frecuentes, consecuencia de las nubes orográficas que se forman a estas altitudes cuando soplan los vientos alisios. Además, la mera existencia de esta nubosidad protectora presente en estos bosques contribuye a mantener la humedad y aliviar las pérdidas de agua por evapotranspiración, que es muy intensa en el resto de la Isla, desacelerando la desecación cuando las lluvias faltan.

En segundo lugar tenemos el papel captador, regulador y protector del propio bosque que está adaptado al máximo para sacar provecho de las condiciones ambientales en que vive. En lugares con nieblas tan frecuentes, las copas de los arboles interceptan la carga de agua suspendida que llevan las nubes, haciendo posible que termine cayendo al suelo. Esta aportación adicional de agua,  conocida como lluvia horizontal, es posible por la presencia de los árboles. Sin ellos, la niebla, libre de obstáculos, pasaría de largo  sin dejar su carga de agua, dejando los suelos secos, tal como podemos comprobar en los lugares pelados próximos. Incluso la maravillosa carga de musgos que tanta magia despliega sobre los troncos y ramas, contribuyen de manera importante a atrapar el agua de las nieblas; se sabe que los musgos pueden llegar a retener una cantidad de agua hasta veinte  veces su peso seco. La aportación de agua debida a este fenómeno es muy variable, dependiendo de la pendiente, la orientación de las laderas y también la altitud. En las zonas situadas en las proximidades de las cresterías, esta captación es máxima, consiguiéndose duplicar la cantidad de agua que llega al suelo a lo largo del año. Además, en las cresterías bajas por debajo de 1100 m de altitud, bañadas por el mar de nubes en verano, los bosques llegan a captar cantidades considerables de agua durante los meses más secos. En nuestras experiencias medimos en estos lugares más de 60 litros por metro cuadrado  de media en el mes de agosto, cuando en todo ese mes no suele caer una gota de lluvia. Por otra parte, los profundos suelos de estos bosques, mullidos y porosos, enriquecidos por los residuos de “hojame” descompuestos,  facilitan la infiltración que alimenta los acuíferos de donde mana el agua. De esta manera el bosque contribuye al almacenamiento subterráneo del agua durante los periodos lluviosos,  haciendo posible la suelta gradual del agua que alcanza a los momentos de sequía. Además de captar y almacenar agua como si fuese una gigantesca esponja, la laurisilva  es un bosque protector frente a las avenidas ya que las copas interceptan y amortiguan la lluvia violenta y los musgos, helechos, arbustos, plantas herbáceas y el manto de hojarasca que alfombra el suelo, lo protegen con eficacia de la erosión cuando se producen aguaceros intensos. No nos olvidamos de los árboles muertos que yacen caídos,  que actúan como obstáculos que frenan y retienen el agua en las laderas inclinadas, ayudando a frenar la erosión.

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