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Marcos y Cordero, agua a chorros

nuevoLa isla bonita es camino, camino que se hace al andar. Una vez se pisa su suelo resulta muy difícil saber por dónde atacar su esplendor natural. Hay tanto y tan variado que casi siempre esa operación se convierte en algo muy complicado. Lo mismo ocurre cuando se quiere hablar de una de las bondades de la isla, la elevada producción de agua blanca, aunque en este caso no queda más remedio, dejando de lado el parque nacional de Caldera de Taburiente y el curso de agua continuo que existe en esa inmensa depresión, que hablar de los nacientes de Marcos y Cordero, situados en la transición entre la laurisilva y el pino canario, en San Andrés y Sauces (al nordeste de la isla) y en un espacio integrado en el parque natural de Las Nieves, junto a otros hitos naturales como el bosque de Los Tiles, germen de la declaración de Reserva de la Biosfera.

Marcos y Cordero es en sentido pleno el lugar que alumbra agua, del que manan mantas y mantas de agua. El agua sale a chorros. En las paredes verticales de Taburiente también hay puntos que compiten con Marcos y Cordero, pero los paisajes en que están integrados unos y otros son diferentes. Por esta razón, Marcos y Cordero es otra cosa; tiene un punto especial.

A Marcos y Cordero no es complicado llegar, pero sí hay que estar muy atentos a las indicaciones. Desde la carretera general que comunica la capital de la isla con el norte, con Barlovento o Garafía, hay que tener muy en cuenta que el cruce para tomar rumbo a la cumbre, al punto de salida del recorrido a pie, se halla en la zona conocida como Las Lomadas, antes de llegar al profundo barranco del Agua.

Desde ese lugar, que está en San Andrés y Sauces, se sube hacia la Casa del Monte, que es justo el emplazamiento en el que arranca el sendero que conduce a la pared del barranco del Agua, con los nacientes de Marcos y Cordero en su seno.

Imagen obtenida desde el interior de uno de los túneles construidos por el hombre.

Imagen obtenida desde el interior de uno de los túneles construidos por el hombre.

Desde Las Lomadas a la Casa del Monte, se salvan unos 700 metros de altura y se pasa de divisar paisajes típicos de medianías, con cultivos de papas, cereales y frutales, al monteverde (sobre todo de fayas y brezos) y a la laurisilva, principalmente cuando se está en la vertiente sur del barranco y en cotas superiores a los 800 metros de altitud. Desde la Casa del Monte, que es la referencia clave para empezar el trayecto a pie, hasta el objetivo del recorrido, los nacientes de Marcos y Cordero, hay una hora y medio de trayecto con dificultad media.

Este tramo permite estar en contacto pleno con la naturaleza, disfrutar de la belleza del pinar canario (sobre todo al final) y acercarse a las especies que conviven en la masa boscosa de la laurisilva o a las fayas y brezos.

A estas bondades se unen otras de tipo geomorfológico, como la visión de la cuenca hidrográfica sobre una de cuyas vertientes se camina hacia la pared que alberga los nacientes (el barranco del Agua), o incluso el ruido constante y peculiar que produce el agua en su discurrir rápido por el lecho del barranco.

Cuando se alcanza el punto clave de la excursión, la emoción asalta al visitante, que antes ya había podido disfrutar de grandes cosas: vegetación singular; sonidos de la avifauna, de pájaros y palomas salvajes, y huellas de la acción del hombre, como el canal sobre el que se circula, construido para sacar el agua de la pared del barranco y poder calmar la sed de los campos en la costa.

Detalle de la vegetación propia en esa zona de San Andrés y Sauces.

Detalle de la vegetación propia en esa zona de San Andrés y Sauces.

Vuelta sin desandar el camino

Los nacientes impresionan, no dejan indiferente, y menos si se cambia de vertiente a través de los túneles creados por el hombre para la mejor explotación hidráulica del lugar. Éstos, hechos en plena pared, permiten pasar de la vertiente sur a la norte, y posibilitan que la observación del agua que cae en cascada, fría y blanca, también se pueda hacer desde dentro, del interior hacia fuera, como antes ya se había realizado de fuera adentro. Con todas estas posibilidades, se pone punto y final a la aventura, y es entonces cuando se puede optar por desandar el camino de ida o por volver por la ruta que lleva al centro de visitantes de Los Tiles. Si se elige esta última opción, la duración del trayecto se multiplica por tres, aunque sí es verdad que esto se compensa con más naturaleza, más tiles, más agua, más vegetación autóctona y más sonido de pájaros y a veces silencio natural.

Fuente: http://www.eldiario.es/