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La arquitectura del agua

elpais.com_bajaLa proximidad al agua ha sido un elemento central e imprescindible en las culturas y geografías con predominio de sol. Históricamente, el agua ha ordenado de muy distintas formas la posición de sus ciudades, así como la forma de sus trazados y edificios. Además, de cara al futuro, el planeta tiene en la captación de reservas de agua uno de los grandes retos en el desarrollo sostenible de sus grandes urbes, especialmente en el máximo aprovechamiento de la que cae del cielo.

Estos paisajes urbanos del agua guían este recorrido que proponemos, que se detiene en edificaciones tan diversas como una mezquita árabe, una remota ciudad de adobe rodeada por un desierto infinito y colosales infraestructuras de hormigón diseñadas para el abastecimiento de una de las grandes megalópolis del mundo.

Vista del patio de los Nararanjos, en la Mezquita de Córdoba. / IAN MURRAY (GETTY)

Arquitectura captadora

La ruta empieza por espacios tradicionales, ligados a culturas áridas y cuidadosas con los recursos, que con una tecnología preindustrial y ausencia de energía buscan el máximo aprovechamiento con un funcionamiento ligado a criterios de forma. La Mezquita de Córdoba es, en este sentido, un claro ejemplo de arquitectura porosa como infraestructura captadora. Desarrolla, de forma sofisticada, la estructura del impluvium romano, con una cubierta estriada, formada por líneas-acueducto, que conduce la lluvia hacia el depósito del patio central y, desde allí, a un suelo acanalado que reparte el agua entre sus famosos naranjos.

Una versión a gran escala de este sistema sería la ciudad de Venecia, construida formando los campi, unidades de recogida de agua que coinciden con la forma política de la parroquia, cuya forma está dirigida a la captación de agua.

La ciudad de Shibam, en Yemen. /YANN ARTHUS-BERTRAND (GETTY)

La ciudad yemení de Shibam, rodeada de desierto, es un ejemplo de depuración de agua in situ y sin uso de energía. La propia estructura urbana de la conocida como Manhattan del desierto conduce, sirviéndose de la gravedad, las aguas residuales hasta sus huertos, donde los cultivos agrícolas aprovechan el agua y la materia orgánica. La cubierta del palmeral protege del sol a las especies más delicadas y genera una inversión térmica que permite preservar el aire enfriado por la evaporación del riego. Forma así un ecosistema productivo y un espacio público climatizado a la vez.

Como muestra de un espacio urbano como infraestructura captadora, el Parque Güell de Barcelona, inicialmente pensado para albergar viviendas, busca, a partir de sus viales y parcelación, retener el agua de las tormentas mediterráneas en esta montaña pedregosa e inclinada. Gaudí diseñó un sistema de conducción del agua pluvial a partir de terrazas filtrantes, escaleras y muros de parcelación que funcionan como canales y acueductos. Plazas-depósito y barandillas condensadoras, de forma que este ecosistema áspero se convierte en un jardín autosuficiente.

Puentes sobre el canal de Los Ángeles river. / P. SALOUTOS (GETTY)

Agua para la megalópolis

La ruta continúa y se detiene ahora en las infraestructuras construidas por la ingeniería positivista del siglo XX. Obras públicas de grandes dimensiones y carácter sublime que asocian la gestión del agua a elevados consumos de energía, dimensiones colosales y localizaciones remotas.

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