b29b41d5-68b9-46d8-9f29-636fa3c781fd_16-9-discover-aspect-ratio_default_0

El agua en Santa Cruz: lavaderos y baños públicos

eldiaUn artículo de José Manuel Ledesma Alonso

Durante los primeros siglos de la Villa de Santa Cruz, las vecinas que no disponían de pozos o aljibes en sus casas –que eran la mayoría– tenían que ir a lavar la ropa a los barrancos, reteniendo el agua con un dique hecho de piedras, tierra, hierba y juncos. Allí, utilizando una piedra colocada en forma inclinada, frotaban la ropa con jabón azul, aclarándola luego con añil, en el agua que previamente habían dejado estancada. En los veranos, el Ayuntamiento les permitía utilizar una dula de agua en el Valle del Bufadero -Agua de las Lavanderas-, desde las cuatro de la tarde del sábado hasta la misma hora del lunes.

Aunque a partir de 1706 las vecinas dispusieron de una fuente pública donde surtirse de agua, la costumbre de lavar la ropa en los barrancos continuó siendo una práctica habitual hasta que en 1820, la deficiente salubridad prohibiría lavar la ropa en los barrancos, planteándose como alternativa la edificación de un lavadero público; por ello, en 1835, el Ayuntamiento acordó pedirle al gobernador civil la mitad del impuesto sobre vinos y licores para poder aplicarlos a su construcción, formándose una comisión que redactó el plano de la instalación.

La Junta del Agua aconsejó que se hiciese junto al barranco de Almeida, lugar donde llegaban las atarjeas que traían las aguas del Monte Aguirre, en terrenos situados en el extremo norte de la ciudad, propiedad de Secundina Grandy Giraud. La escritura pública de compraventa del solar se firmó el 4 de abril de 1839, comenzando las obras de inmediato. Aunque su construcción se paralizó al año siguiente por la escasez de madera, en enero de 1842 la Junta del Agua entregaba el edificio al Ayuntamiento, abriéndose al público en el mes de marzo del citado año.

Leer más – El Día