Valencia: así funciona el sistema de agua de una gran ciudad

logo-h1Aguas de Valencia nos abre las puertas de sus instalaciones para conocer el modernísimo sistema de abastecimiento y saneamiento de las aguas urbanas de la ciudad del Turia.

A Valencia se la conoce como la Ciudad del Turia, porque nació a orillas de dicho río, pero los 1,7 millones de habitantes de la conurbación no se abastecen sólo con su agua. También lo hacen del Júcar, porque las dos plantas potabilizadoras que les suministran el líquido elemento igualmente lo recogen de este segundo río, gracias a un canal que conecta ambos cursos fluviales para garantizar que no se pase sed en ningún momento.

Las dos plantas, El Realón y La Presa -la más antigua de España en operación, de finales del siglo XIX-, tratan alrededor de 3,1 metros cúbicos por segundo, aunque en los momentos de mayor demanda este volumen sube; el máximo alcanzado, cuando se incrementa la población en verano, está en los 4,4 metros cúbicos por segundo.

Una vez el agua es apta para el consumo humano, se almacena en dos enormes depósitos con capacidad para almacenar 100.000 metros cúbicos, situados a una cota de 100 metros sobre el nivel del mar y un tercer almacén auxiliar entra en funcionamiento en verano. En ellos está el origen de 200 kilómetros de tuberías de distribución que llevan el agua a cada punto de consumo de la ciudad y de los 43 municipios que conforman su área metropolitana.

La fuerza de la gravedad es la principal encargada de que el agua vaya desde los depósitos hasta los consumidores. Aproximadamente 50 válvulas, situadas en las cotas 50, 20 y 10, complementan la acción natural, manteniendo el caudal y la presión adecuados en toda la red. Alrededor de 75 caudalímetros y 200 puntos de control de presión se encargan de remitir datos de la situación a un centro de control, desde el que se regula todo el sistema en tiempo real.

“La red tiene que estar estable, con independencia del consumo que haya, para evitar que haya roturas y fugas” dice Pilar Conejos, responsable de regulación de la red de Aguas de Valencia, mientras señala un enorme panel que refleja la información clave de un modo pormenorizado. “El sistema está muy interconectado -añade-, lo que tiene muchas ventajas, pero también da más trabajo”.

Una segunda red, para el agua de riego y el baldeo de calles, con un 15 por ciento del tamaño de la red principal, se nutre de los pozos que se abrieron en la ciudad en la década de 1930 y que se quedaron pequeños para abastecerla. Ahora, cada vez que se amplía la red de tuberías, se hace por duplicado, de modo que ambos tipos de agua lleguen a los nuevos desarrollos urbanos.

El agua depurada, para riego

Después de que los consumidores hayan empleado el agua, ya sea para beber, lavar, cocinar o cualquier otro uso, doméstico o industrial, los efluentes residuales se recogen en dos estaciones depuradoras. Una de ellas es la de Quart Benager. Gloria Fayos, jefa de las instalaciones, está “muy comprometida” con su labor; sobre todo pone en valor el aprovechamiento energético que realiza la planta, empleando los fangos y otros residuos para producir biogás.

La depuradora, por la que pasan 40.000 metros cúbicos diarios, está equipada con tratamiento terciario, del que sólo se utiliza la desinfección con rayos ultravioleta, dado que la calidad del agua que se obtiene con ella es suficiente; el cierre de industrias con la crisis ha tenido que ver en ello.

El agua regenerada por la instalación se vierte en acequias y se utiliza para el riego de campos de cultivo; de hecho, se hace según un calendario establecido por la Confederación Hidrográfica del Júcar. Los agricultores también se benefician de los lodos empleados para limpiar las aguas residuales, una vez que han pasado el tratamiento adecuado.

Medición avanzada y telelectura

Las infraestructuras de abastecimiento y depuración del agua de Valencia son similares a las de las demás poblaciones importantes, pero la urbe cuenta con una importante diferencia: el mayor y más avanzado sistema de contadores inteligentes de España. Víctor González, director de la Unidad de Medición Avanzada de Consumos y Telelectura de Aguas de Valencia, se refiere a él como una parte más del concepto de smart city.

El elemento esencial del sistema de telelectura son unos módulos de radio que recogen los datos de consumo y los transmiten directamente al centro del control. Colocados junto a los contadores, o en sus proximidades, facilitan la gestión, ofrecen lecturas reales que los clientes pueden consultar por Internet y les evita molestias, porque no es necesario acceder físicamente a los contadores.

Un solo aparato de radio puede cubrir un edificio entero, lo cual es una gran ventaja, ya que el 45 por ciento de los contadores está dentro de las viviendas. Este mismo año se terminará de cubrir toda el área metropolitana de la ciudad, con 400.000 unidades, tras una inversión de 40 millones de euros; contando las unidades operativas en otras poblaciones, el Grupo empresarial -con presencia en 12 comunidades autónomas- tendrá instalados unos 650.000 contadores inteligentes al acabar el ejercicio.

González subraya la opción desarrollada por la empresa, una tecnología de telelectura de contadores que es independiente de las soluciones de mercado implantadas en cada abastecimiento: “En el mundo del agua aún no hay una normalización en este tipo de sistemas; nosotros hemos diseñado una tecnología que se puede aplicar en cualquier sitio; como otras empresas, podríamos haber desarrollado un módulo en sí, pero eso dejaría cautivos a los clientes, que son los ayuntamientos, lo que dificultaría mucho que cambiaran de concesionario si lo consideraran oportuno”.

Prevención del derroche innecesario

Las posibilidades que ofrece la telelectura de contadores son grandes y crecen según la compañía estudia los datos que aporta, en un proceso de aprendizaje continuo. Un ejemplo es la detección rápida de comportamientos anómalos y pérdidas en la red mediante una plataforma informática denominada Merlin. Otro es la detección de pérdidas en las instalaciones interiores de los clientes: con un sistema de lectura física tradicional, pueden pasar meses hasta que el operario lee los contadores y unos consumos desproporcionados revelan las fugas. Sin embargo, con la obtención de datos a tiempo real, éstas se detectan en cuestión de días: “Hemos llegado a cerrar las llaves de paso de viviendas cuyos propietarios estaban ausentes o en industrias cerradas por vacaciones; calculamos que evitamos un desperdicio de 22.000 metros cúbicos de augua al mes, lo que se traduce en ahorro de agua y energía y en un menor impacto ambiental”, remacha González.

En el mismo sentido se pronuncia Josep Reguart, responsable de Mejora de Rendimiento del Área Metropolitana de la empresa. Dirige un grupo de siete personas dedicadas a la auscultación de las redes para detectar los puntos concretos de las fugas, empleando equipos electroacústicos, termografías y otras tecnologías punteras y hace hincapié en el bolsillo: “Con un coste de 0,38 euros por metro cúbico, cada fuga que tapamos permite ahorrar un montón de dinero: un agujero de un centímetro cuadrado pierde 35.000 metros cúbicos anuales”.

Reguart y sus subalternos se fijan básicamente en dos parámetros para detectar las anomalías: los índices de presión y el control del caudal mínimo nocturno. La red de tuberías de la ciudad está sectorizada y cada sector -unos 1.300 en total, controlados por un juego de válvulas- arroja unos indicadores cuya desviación sobre la media indica la existencia de una fuga; con casi 250 puntos de toma de datos, es extraordinariamente difícil que alguna no se detecte.

Reguart llama la atención sobre la importancia del factor humano. A pesar de la elevada tecnificación, la especialización es fundamental para interpretar los datos de campo, como los sonidos subterráneos que permiten diferenciar las pérdidas de agua de otros ruidos cualesquiera.

Más del 50% de autoabastecimiento energético con biogás

En la depuradora de Quart Benager se desarrolla el ‘Proyecto Life+ ECOdigestión’, orientado a maximizar la generación de biogás a partir de la digestión anaerobia de los lodos de depuración. Con un presupuesto de más de 1 millón de euros y una subvención europea de 438.000 euros, trabaja para identificar la mejor combinación de lodos con residuos agroalimentarios, como restos de poda, azúcares o melazas, al objeto de producir más y mejor biogás, un combustible renovable.

Gloria Fayos, responsable de la planta y del proyecto, confía en aumentar el autoabastecimiento de la instalación con el biogás resultante, que ya permite cubrir alrededor de la mitad de las necesidades eléctricas, con puntas que han llegado hasta el 70 por ciento. Además, una vez concluido el proceso de digestión y producción de biogás, los materiales resultantes tienen aplicación agrícola, como abono, y, en caso de que esta opción no sea posible, pueden destinarse a valorización energética.

Sobre el proyecto, como sobre todos los demás autoconsumos eléctricos, pesa a amenaza del Gobierno de imponer un peaje específico, que anularía la rentabilidad económica. En palabras de Fayos: “Es un quebradero de cabeza importantísimo, porque si finalmente se aprueba, saldríamos cuenta con paga”.

Fuente  http://www.eleconomista.es