Las aguas bajan negras

descargaMe refiero a una película dirigida por el español José Luis Sáenz de Heredia, del año 1948, basada en una novela del escritor Armando Palacio Valdés titulada “La aldea perdida”. En ella, la hija de un coronel isabelino se casa con un capitán carlista, provocando el enfrentamiento de ambos por la intransigencia del padre. Lo de la negrura del agua no se refiere, metafóricamente hablando, a los problemas y creencias de los personajes, sino a las aguas turbulentas que descienden ladera abajo desde una mina de carbón, pero podemos asimilarlas a la increíble y estúpida polémica -creo que ya solucionada- surgida entre el primer teniente de alcalde de La Laguna, señor Abreu, y el alcalde de Santa Cruz, señor Bermúdez; como si el primero fuese el coronel isabelino y el segundo el capitán carlista, que han contado además con el grupo habitual de corifeos que han alentado a los principales protagonistas. Ya echábamos de menos las habituales serpientes de verano…

En mi opinión, ha sido lamentable lo sucedido. Ya tenemos bastante con lo que sucede, según leemos, en los ayuntamientos de Madrid, Zaragoza o Valencia, por ejemplo, donde parece haberse asentado la sinrazón del populismo más barriobajero. Creí que aquí no tendríamos que pasar por astracanadas de ese tipo, pero está visto que estas están implícitas en los resultados -y acuerdos- electorales que se han producido; valor, decían las viejas cartillas militares que marcaron nuestros veinte años, se le supone, pero la cordura, contar hasta diez antes de abrir la boca para decir sandeces, parece estar reñido con el “savoir faire” de nuestros jóvenes políticos.

Siempre he sido partidario del diálogo, del cambio de pareceres, del meditado y constructivo planteamiento de las diversas soluciones que se presentan ante una situación inesperada -sobre todo cuando de cuestiones políticas se trata-, pero en esta ocasión, como ha dicho con anterioridad un articulista de EL DÍA, el señor Abreu ha querido sacarse la espina del pacto que le obligaron a firmar y ha actuado con actitud de “lesa majestad” respondiendo a unas inoportunas, aunque lógicas, declaraciones del alcalde chicharrero.

Y digo esto último porque el señor Bermúdez no debió dejarse llevar por el impulso que producen las vacaciones disfrutadas y ponderar lo que iba a decir. Que sí, que tiene razón, que la gestión de las aguas residuales no se está llevando bien, que los gastos del tratamiento que reciben se ha incrementado de forma notable, que Santa Cruz ha perdido población… Sí, sí, todo eso es cierto, pero decir poco más o menos que La Laguna tendrá que buscar otro lugar para verter sus “aguas negras” me parece utópico; como decía otro articulista de EL DÍA, hasta ahora las aguas bajan por gravedad, y en este caso esta es el amplio océano.

Ante tantas lamentables declaraciones de protagonistas y “socios”, ha tenido que ser el alcalde lagunero quien ha puesto el dedo en la llaga. Sí, por supuesto, existe un problema y debemos solucionarlo, y esto no se logra sembrando discordias entre laguneros y chicharreros. Los que promueven los desencuentros -a río revuelto ganancia de pescadores- no deben olvidar que en la política todo, o casi todo, depende de la economía. Cuanto mayor sea mi presupuesto mejor será mi gestión ante quienes me han elegido, pero la depuración del agua no se ve -se vierte en el mar la que no recibe el adecuado tratamiento- y sí, en cambio, la construcción de una piscina donde el diablo perdió los calzones; o en los fuegos que se quemarán el próximo día 14 en la plaza del Cristo.

Es preciso pensar o qué se dice.

Fuente: http://eldia.es/