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El nuevo Gobierno ante la gestión del agua: el coraje de mirar lejos

  • El Ministerio que dirige Teresa Ribera ha mostrado en su primer mes de trabajo una inequívoca vocación de sumarse a los esfuerzos internacionales para el cumplimiento de los acuerdos contra el cambio climático
  • La política de agua debe integrarse así, en los esfuerzos de adaptación al cambio climático, promoviendo la coordinación de políticas sectoriales

Desconozco un código moral que desprecie la lealtad, la inteligencia o el desinterés (desprendimiento, no abulia). De los gobernantes se elogia con frecuencia la solvencia, la claridad de ideas, la templanza o el carisma pero a veces se infravalora o se omite el coraje. Decía Truman, Presidente de EE.UU. (1945-1953), que “los hombres hacen historia y no al revés. En periodos donde no hay liderazgo, la sociedad se detiene. El progreso se produce cuando líderes valientes y hábiles aprovechan la oportunidad para cambiar las cosas para mejor”.

Efectivamente, el coraje parece imprescindible. Eso no significa que tenga que ser beligerante, pero sí ha de existir valor para defender aquello en lo que uno cree, lo que uno piensa… El filósofo Fernando Savater afirma que no es posible la ética sin coraje para vivir, generosidad para convivir y prudencia para sobrevivir.

De todas las manifestaciones de coraje que uno esperaría del actual Ministerio de Transición Ecológica (MITECO), quizá haya una por encima de todas: la mirada de largo plazo. Esa altura de miras sería necesaria para la acción de Gobierno en su conjunto pero mucho más si se afronta el reto de la transición ecológica, una señal muy saludable, pensando más allá de lo que resta de legislatura. Esto exige ser valorado no solo en el contexto de una eventual repetición de mandato sino, sobre todo, por la contribución estratégica al indispensable desacoplamiento del crecimiento y el desarrollo económico y la degradación ambiental.

Buena parte de los meses previos a la llegada del nuevo Gobierno estuvo presidida por la preocupación respecto al actual ciclo de sequía, cuya declaración fue prorrogada hasta septiembre de este año en las cuencas de Júcar, Segura y Duero. En 2017, en esta fecha, existía una inquietud muy tangible ante la peor sequía hidrológica en 22 años.

Llovió. Lo hizo de modo razonablemente abundante durante la primavera, con excepciones: alguna isla del archipiélago canario, Murcia, Almería, el litoral de Valencia, Castellón, Tarragona o el noreste de Girona. El valor medio nacional de las precipitaciones acumuladas en el año hidrológico (desde el pasado 1 de octubre), es de 642 mm, un 15% más que el valor normal correspondiente a dicho periodo (el promedio de 1981-2010). La reserva hidráulica, una de nuestras obsesiones efímeras como en su momento lo fue la prima de riesgo (2011-2014), se sitúa en el 69,4% de su capacidad total. Por supuesto, las asimetrías a nivel espacial no son menores: mientras que las cuencas del Cantábrico están por encima del 90%, el Segura (29,4%) o el Júcar (34%) enfrentan el verano con niveles ostensiblemente más bajos.

 

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