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Los efectos y la causa

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Un artículo de Jorge Bethencourt 

Hubo un tiempo en el que Canarias padecía enormes carencias en el suministro de agua. En ocasiones, incluso en las islas húmedas, se producían restricciones al consumo en poblaciones para las que no había abasto suficiente. Y se derivaba agua de la agricultura al consumo humano, que era prioritario. Entonces no existía el cambio climático, así que no se le podía echar la culpa al calentamiento global.

La puesta en marcha de desaladoras, de depuradoras que recuperaban el agua residual para uso agrícola o de balsas donde se almacenaban los excedentes, nos situó en un aprovechamiento más adecuado de un recurso escaso y el problema pareció superado. Hoy el fantasma de la sequía vuelve a aparecer ante nosotros. Y enseguida, como en el caso de las microalgas, echamos manos del tópico del maligno cambio climático como la explicación de todos los males.

Es verdad que hemos perdido masa forestal. Pero es más verdad que más allá o más acá de que el clima esté cambiando, el número de personas que vive en Canarias se ha multiplicado de una forma abrumadora. El crecimiento demográfico del archipiélago ha sido muy superior a la media del Estado. Y ello, además de tener repercusión en la ocupación del territorio, de las infraestructuras y de los servicios, también tiene consecuencias en el incremento del consumo de agua.

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