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La igualdad de género depende del agua

Fuente: Fundación We Are Water

En el Día Internacional de la Mujer es urgente señalar que las mujeres adultas, las jóvenes y las niñas se llevan la peor parte de los más de 2.100 millones de personas sin acceso al agua limpia y de los 2.400 millones que no disponen de saneamiento adecuado. Independientemente de la injusticia que esto significa, no es posible imaginar un planeta sostenible con esta lacra de desigualdad.

© Arne Hoel / World Bank

Sin la consecución plena del Derecho Humano al Agua y el Saneamiento, el derecho a los demás recursos se ve imposibilitado. Desvelar esta evidencia es uno de los objetivos de la campaña The Hidden Life of Water que impulsa la Fundación: muchas veces no vemos la vida que proporcionan  el agua y el saneamiento, y la igualdad de género forma parte esencial de ella. En la consecución plena del acceso al agua y al saneamiento, las mujeres serán las más beneficiadas. Es un paso fundamental para la consecución de la igualdad entre los géneros y empoderamiento de las mujeres y las niñas que señala el Objetivo 5 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por la ONU. Aunque han habido significativos avances el desafío es de gran magnitud.

No más andar a por agua

© Arne Hoel / World Bank

Una de las imágenes más flagrantes que denuncian la injusticia de género que se vive en las regiones sin pleno acceso al agua es el de las mujeres cargando pesados bidones o jarras de hasta 20 litros con las que transportan el agua de las fuentes a sus familias. No es sólo la dureza de las largas caminatas bajo un sol abrasador y por caminos inseguros que se calculan de una media de 6 kilómetros en todo el mundo; lo más grave para ellas y su comunidad es el bloqueo que este quehacer diario causa en sus vidas. Según datos de UNICEF, el 11% de la población mundial tiene que desplazarse desde sus hogares a por agua más allá de los 1.000 metros que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS) para reconocer el Derecho Humano al Agua.

La OMS también establece que el tiempo de desplazamiento para la recogida no debería superar los 30 minutos. Se estima que sólo en África, más de una cuarta parte de la población, la gran mayoría mujeres, sobrepasa este tiempo andando para ir y volver de la fuente de agua. En total se emplean 40.000 millones de horas al año, horas perdidas para el trabajo, la escuela, el hogar y la comunidad. Un tiempo malgastado por las mujeres para su desarrollo personal, para su salud y sus perspectivas de futuro. Si esto ocurriese en España, por ejemplo, el país se paralizaría y entraría en bancarrota, pues la cifra sobrepasa en 2.600 millones las horas de trabajo de toda la población activa en 2015 (37.400 millones de horas).

© Dominic Sansoni / World Bank

La campaña #NoWalking4Water que impulsa la Fundación incide directamente en esta lacra que impide a las mujeres adultas participar en actividades productivas o en la vertebración familiar y social, factores imprescindibles para salir de la pobreza y crear comunidades resilientes a los estragos de la sequías e inundaciones.

Sin educación no hay empoderamiento alguno

©Scott Wallace / World Bank​

Por otra parte, las adolescentes y niñas que acompañan a sus madres en el transporte de agua dejan de ir a la escuela, por lo que se crea un círculo vicioso en la comunidad que lleva a un empobrecimiento social sin posibilidades de desarrollo. Sin educación no hay posibilidad de empoderamiento alguno y sólo dos tercios de los países del mundo en desarrollo han alcanzado la paridad de género en la educación primaria; a causa de los desplazamientos en pos de agua, en las zonas sin acceso, esta proporción empeora.

El problema de la escolarización se agrava en las zonas con falta de instalaciones de aseo separadas por sexo y seguras en las escuelas, lo que causa un alto grado de absentismo entre las adolescentes al no poder practicar su higiene íntima cuando alcanzan su edad menstrual.

En el mundo del acceso al saneamiento millones de mujeres están aún discriminadas. La falta de educación higiénica y el desprecio social a la menstruación de algunas culturas se añaden en muchas zonas del mundo a la falta de letrinas privadas. La separación por sexos y la seguridad de las instalaciones es en muchas zonas inexistente y supone una discriminación degradante para las mujeres. Estos factores evitan que las mujeres cuiden su salud y mantengan su dignidad en la sociedad.

 

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